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La Basílica de Guadalupe

Redacción
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17 · 04 · 2024

Todos los caminos en la CDMX parecen dirigirte hacia la Basílica de Santa María de Guadalupe, ya sea por la devoción a la Virgen o por el interés histórico, arquitectónico y cultural que despierta.

Todos los caminos en la Ciudad de México parecen dirigir hacia la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe. Nos vemos atraídos hacia ella, movidos tanto por la devoción a la Virgen morena como por el interés histórico, arquitectónico y cultural que despierta. Con cerca de 40 millones de visitantes al año, es el destino de peregrinación más importante del país y se destaca como uno de los santuarios católicos más frecuentados del mundo, detrás de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. 

El recinto alberga una gran riqueza de historias y elementos culturales disfrutables y significativos; desde su diseño circular, su peculiar techo de cobre verde y la venerada imagen que, según la tradición, apareció milagrosamente en el ayate de Juan Diego hace casi 500 años en el cerro del Tepeyac, hasta la impresionante colección de más de 2,000 ex votos guadalupanos resguardados en su museo. Además, es imposible no conmoverse con las incontables manifestaciones de devoción que ocurren a diario en el atrio, en la explanada, en las capillas, y en el camino que recorren cientos de miles de peregrinos, provenientes de diferentes partes del país, para rendirse ante “la patrona de México” con una ofrenda personal y un favor para pedir o agradecer.

Ascender la escalinata hacia El Cerrito es otra experiencia enriquecedora. En su cumbre se erige la capilla de San Miguel, santuario dedicado al arcángel. La subida puede ser exigente, pero la recompensa es generosa. En el trayecto te encuentras con el conjunto de esculturas La Ofrenda; 16 figuras hechas de bronce y piedra, y en la cima, una vista panorámica te aguarda. El interior de la capilla custodia valiosos tesoros artísticos, incluyendo los murales de Fernando Leal que relatan las apariciones de la Virgen en este lugar sagrado.

Aquí, en el sitio donde la Guadalupana entregó las rosas a Juan Diego como prueba de su milagrosa presencia, comprendes que, independientemente de la religión que cada quien profese —o no—, La Villa es un símbolo de nuestro mestizaje y de nuestra identidad cultural como mexicanos.

Sea cual sea la razón que te impulse a visitar la Basílica, su mera presencia llena de una profunda gratitud y recuerda que la resiliencia y la fe son dones preciosos, más allá de cualquier credo. 

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